La migración en América Central encierra un drama que es tabú, el de las mujeres guatemaltecas que emigran a Estados Unidos y se preparan con anticonceptivos para una violación casi segura en el camino. RFI en español obtuvo testimonios de mujeres -y hombres- en los dos extremos de la travesía. Narran la crueldad de los coyotes y como, si regresan a sus pueblos, son estigmatizadas.
Un tema tabú en las comunidades indígenas es hablar de una violación y si la mujer emigró hacia Estados Unidos y sufrió abuso sexual, esto jamás se dirá. Todos lo saben, pero nadie habla de ello. Aunque el viaje implique que sean violadas, incluso asesinadas. Ellas se preparan, como cuando alguien va a la guerra, para sobrevivir a todo durante su trayecto hacia Estados Unidos.
“Cuando yo quise emprender mi viaje hacia Estados Unidos claro que tenía miedo. Tenía dudas de que alguien pudiera abusar de mí”. Luego de una búsqueda que parecía imposible, encontramos el relato de una mujer joven indígena, quien aceptó contarnos de manera anónima su desgarradora experiencia durante su trayecto hacia el norte.
Una angustia permanente
“Decidí salir de Guatemala para viajar a Estados Unidos porque quería lograr mi sueño americano. En Guatemala, aunque uno se gradúe de nivel medio, no se consigue trabajo, entonces para el sustento de la vida uno tiene que tomar decisiones de vida o muerte”, empieza contando.
“Durante el viaje fui abusada por un coyote cuando entré en la bodega. Me preguntó si quería ingresar a Estados Unidos, entonces me agarró y me jaló a una parte oscura donde me dejaron solita. Todos los compañeros salieron para que ellos cumplieran todo lo que querían de mí. Me dejé y después de eso me ayudaron un poquito, pero tuve que pagarles”, prosigue la joven.
Este relato se compara al de muchas mujeres migrantes indígenas guatemaltecas, que ahora viven en Estados Unidos, y al de muchas otras, que ya no pueden contarlo porque fallecieron quemadas, violadas o asfixiadas. Cuando salen de su comunidad, su angustia y sufrimiento de ser violadas es permanente en todo el camino.
“Olvidé lo que había pasado”
La recopilación de datos en la actualidad es débil por la falta de denuncias, pero dentro del informe de gobierno 2021, el presidente Alejandro Giammattei aseguró que el 80% de las mujeres que buscan llegar a Estados Unidos son violadas en el camino. Pero esta información fue verificada por el medio digital Ocote, quien desmintió los datos del mandatario.
Las migrantes sobrevivientes de abuso sexual siguen sin tener un lugar donde denunciar lo que viven en el camino y los únicos que están pendientes de ellas, son sus familiares. “Cuando entré a Estados Unidos, estaba satisfecha por estar viva. Mi familia no sabía nada de mí, si estaba viva o muerta y conforme fue pasando el tiempo me encontré con compañeros que ya estaban entrando a Estados Unidos. Ellos me animaron y olvidé lo que había pasado”, sigue contando la mujer.
Y concluye: “Ahora estoy trabajando en un restaurante, ganando el dinero que quería porque en Guatemala no lo había logrado. Me siento satisfecha con lo que hago ahora y cuando regrese a Guatemala ya no voy a vivir con escasos recursos; voy a lograr lo que había soñado cuando era niña, que tenía un sueño en el que veía personas exitosas. Entonces me dije que quería hacerlo… y lo voy a hacer”.
Prepararse para recuperarse mejor
Margarita Girón, una psicóloga experta en mujeres sobrevivientes de abuso sexual, explica a RFI que “una violación es parte de los riesgos. Hay encuestas que han determinado que uno de los mayores miedos de las mujeres es vivir una violación y, de alguna manera, todas las mujeres nos lo planteamos”.
“Entonces”, agrega, “cuando una mujer sabe que corre ese riesgo, puede prevenir un embarazo, puede llevar medicamentos para tratar alguna infección de transmisión sexual y así sentirse más tranquila. Podrá recuperarse mejor que alguien que está totalmente desprevenida, una persona que no lo había pensado y no tomó ninguna medida de seguridad. Considero que va a tener una respuesta psicológica de mayor estrés que una que sí se preparó”.
Pero la psicóloga subraya que “esto no quiere decir que, si una se prepara no afecta, o que sea incorrecto prepararse. Creo que una persona que conoce su contexto y toma medidas para minimizar el impacto de una posible agresión pues va a tener más posibilidades de recuperarse y tener más control sobre su vida”.
Yodo para inhibir el deseo sexual
Otro joven de 23 años, originario de Comitancillo, en el departamento suroccidental de San Marcos, y quien logró llegar a Estados Unidos, cuenta a RFI que “tal vez uno nunca se imagina que puede ser violado en el transcurso del camino, tal vez se escucha, pero primeramente uno va con la mentalidad de que logrará llegar y que no pasará nada”.
“Ya llegando en el último grupo, los que eran encargados de la bodega agarraron a las mujeres para hacer la comida y alimentar a una parte del grupo y recuerdo que ellos recorrían la bodega y le decían a mi compañera que se juntara con él y que él haría lo posible para darle los papeles de Estados Unidos, pero esos sólo son engaños. Lo dicen para aprovecharse de nuestra pobre gente”, recuerda el joven.
Para los coyotes se ha vuelto un requisito que las mujeres se preparen utilizando algún método anticonceptivo, para no dejarlas embarazadas durante el trayecto. “Yo escuchaba a mis compañeras que decían que el coyote les hablaba de que se inyectaran para no tener hijos y aparte de eso en el transcurso del camino llegando de bodega en bodega, la comida tenía algo como que apestaba, preguntamos y nos dijeron que la comida tenía yodo, para que ni el hombre o la mujer tenga deseo sexual”, narra el hombre.
El yodo, si se consume en dosis elevadas, provoca ardor en la boca, la garganta y el estómago, fiebre, náuseas, vómitos, diarrea, pulso débil y coma, pero según los guías o coyotes, esto inhibe el deseo sexual.
“Retornan en peores condiciones”
Según Margarita Girón, es aún más difícil para los hombres: “Los hombres regularmente tienen mayor dificultad a soportar este tipo de cuestiones, principalmente por la cultura en que vivimos, donde la masculinidad va asociada a veces a ser dominante o incluso a ser violento. Para ellos es más difícil hablarlo. No buscan ayuda y es muy raro que alguno de ellos la busque”.
La asociación Pop Noj lleva 17 años acompañando adolescentes y niños indígenas no acompañados que deciden viajar a Estados Unidos, o que han retornado a su comunidad. “Al momento de retornar a sus comunidades la ven mal, como que no regresó ‘bien’. Si es una señorita, tendrá dificultad para salir y conversar con la gente. No la ven con ojos de virginidad y es que la castidad acá la ven de otra forma. Desde el momento en que regresan a sus comunidades, se produce cierto rechazo, como si fuera una mujer sucia”, explica Delia Catú, una de las responsables de la asociación.
La organización tiene información de casos de adolescentes y mujeres que han quedado embarazadas producto de esas violaciones. Para Delia, es importante que las menores que van a migrar tengan información previa de cómo hacerlo y estén protegidas para evitar embarazos o enfermedades de transmisión sexual.
“Las adolescentes jóvenes mayas presentan dificultades físicas y emocionales entre las que se mencionan: dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, infecciones urinarias porque han tenido algún contacto sexual, síntomas somáticos, estrés postraumático, depresión, ansiedad, ideas suicidas, falta de concentración, baja autoestima, desconfianza, angustia y enojo constante, preocupación por la deuda adquirida con el viaje y dificultad para establecer un plan de vida. El proceso de retorno y reintegración comunitaria es difícil especialmente por la falta de seguimiento de casos por parte del Estado y gobiernos locales. Retornan en peores condiciones de las que se fueron”, denuncia.
Mónica Aguilón, comunicadora local indígena de Comitancillo, San Marcos, explica incluso cómo las mujeres se esconden si regresan: “Recientemente vi a una hermana retornar y lo que ella hizo fue encerrarse. No volvió a salir hasta que le programaron el segundo intento de viaje, ya para encaminarse nuevamente hacia Estados Unidos.(…) Hay compañeras y hermanas que fueron violadas, mi percepción respecto a esto es que no es justo, lamentablemente el gobierno central del país no ve esta situación”.
Pocas denuncias
RFI solicitó información a la Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET) sobre cuántas mujeres y hombres migrantes han reportado abuso sexual durante su viaje hacia Estados unidos. La respuesta fue “en la SVET no se establece el registro y/o seguimiento de denuncias por delitos”.
Desde el 1 de julio del 2019 la SVET abrió el Albergue Temporal Especializado para la Atención de Mujeres Adultas Migrantes, el cual brinda apoyo psicológico y de trabajo social a mujeres víctimas del delito de trata de personas. Según información de la entidad, se reportan ocho personas albergadas víctimas del delito de violación sexual, en el período de enero a julio del 2022. En cambio, el Ministerio de Relaciones Exteriores reporta un número de 22 repatriaciones de víctimas de trata de personas de enero a agosto del 2022. Durante ese mismo período también se estima que 41.000 migrantes han sido retornados a Guatemala desde diferentes países.
Tanto hombres como mujeres, por lo general, no buscan ayuda por la forma en que funciona el sistema de justicia de Guatemala. En el caso de la niñez, en especial de la niñez no acompañada, las posibilidades de sufrir diferentes tipos de agresiones aumentan y la denuncia y búsqueda de atención se vuelven más complicadas. En todo caso, puede darse un peor escenario a nivel de salud mental, cuando la víctima pone su denuncia, por lo desgastante que puede resultar el proceso.