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La dura realidad del retorno a Guatemala.

Una mujer indígena mam de 22 años enfrenta su tercera deportación a San Juan Atitán, uno de los municipios de Guatemala con mayor tasa de retornados. El pueblo ocupa el segundo lugar en desnutrición crónica.

La dura realidad del retorno a Guatemala

El abogado argumenta sin mucho éxito que su defendida ya aprendió la lección. Esgrime que lleva detenida cuatro meses. Un castigo demasiado largo por cruzar sin permiso -por segunda vez- una frontera. El magistrado interrumpe al abogado y pregunta a Griselda Domingo si desea decir algo. “Me puedes hacer el favor de que me permitas regresar con mi familia, mi familia está sufriendo por mí y está preocupada por mí. Te lo prometo, ya no voy a volver otra vez a este país”, responde la acusada en español, aunque su idioma materno es el indígena mam.

El 13 de noviembre de 2019, en El Paso, Texas, y tras un juicio que duró dos minutos y 57 segundos, Griselda Domingo, una guatemalteca de 22 años, fue condenada a ocho meses de prisión por reingreso ilegal en Estados Unidos. Cuando salga, será deportada a su país por tercera vez: Una desde México en 2018 y dos veces entre 2018 y 2019 desde Estados Unidos.

Griselda Domingo

En San Juan Atitán, Huehuetenango, regresar es soportar la costumbre de la burla colectiva. Una humillación extraña, vista desde fuera, porque en todas las familias hay migrantes y deportados. También sucede en pueblos cercanos. Para cuando cumpla su condena, la vida de Griselda Domingo en Guatemala será una deuda con su papá. Y él tendrá otra deuda con un prestamista, por las tres veces que su hija no logró su propósito: No depender de un hombre.

Cuando un sanjuanero llega a Estados Unidos, la familia en el pueblo lo celebra con un almuerzo, sin el festejado presente. Cuando es deportado, nadie festeja nada. Si se trata de la tercera deportación de una mujer, joven, soltera y sin hijos, un sistema entero comienza a resquebrajarse.

San Juan Atitán es sinónimo de vocación migratoria, según el Gobierno de Guatemala. Fue uno de los municipios con la tasa de retornados más alta del país en 2017 y 2018. Y también uno de los 51 municipios elegidos por Guatemala para aumentar las inversiones, dentro del Plan Alianza para la Prosperidad para el Triángulo Norte (PAPTN), un programa ideado por Estados Unidos para evitar la migración de centroamericanos a ese país. Pero el PAPTN fue un fracaso. No dio prosperidad a San Juan.

Asustadas por la presencia de una cámara, unas niñas corren tras salir de la escuela en San Juan Atitán.

El Gobierno guatemalteco no aumentó su inversión ni en este ni en ninguno de los 51 municipios. Y aunque logró acertar en el diagnóstico -la pobreza y la desnutrición crónica expulsan a los sanjuaneros-, el Plan no hizo nada para cambiar la realidad de Griselda Domingo ni de ninguno de sus habitantes.

La aguda desnutrición infantil de San Juan Atitán fue otra de las razones por las que el pueblo resultó seleccionado por el Programa Nacional de Competitividad (Pronacom), como ente rector en Guatemala del PAPTN. No es posible verificar si el Gobierno estadounidense aumentó fondos para sus programas en la zona. Lo que es seguro es que en San Juan 9 de cada 10 niños están desnutridos. Poco cambió en el lugar elegido por el gobierno del Partido Patriota para lanzar en 2012 el Pacto Hambre Cero, con apoyo del Departamento de Estado de EE. UU. En San Juan, el mayor orgullo de los funcionarios locales es haber bajado del primer al segundo puesto en el hambre infantil.

En teoría, Pronacom definió un enfoque económico para detener la migración con inversiones en municipios expulsores. En el departamento de Huehuetenango, organizó reuniones con líderes locales para entender sus necesidades. Pero en la práctica, la inversión estatal fue nula. Gabriela Pérez, asesora del PAPTN para Pronacom, confirmó que solo etiquetaron proyectos preexistentes en los presupuestos de gobierno, bajo las siglas del plan.

En 2018, a mediados de noviembre, llegó hasta San Juan Atitán Luis Arreaga, el embajador de Estados Unidos en Guatemala. Visitó al consejo indígena por ser un municipio parte del PAPTN. La visita la recuerda el alcalde, Lorenzo Martín, en su despacho en la alcaldía. Dice que el embajador le preguntó por la desnutrición y por la migración. Él le explicó que hay tierras infértiles y que el agua no alcanza para la siembra. “Dijeron que van a trabajar más con la artesanía de las mujeres, en el mercado, para comercializar el traje típico”, explica.

Es un pueblo de hombres comerciantes que venden en los mercados. De mujeres que son por tradición artesanas, costureras del traje tradicional sin salario para sus padres o maridos. Donde, además del comercio y la artesanía incipiente de ropa, hay dos profesiones comunes que ilustran la vulnerabilidad de quedarse: La de prestamista y la de coyote. El Gobierno hizo un diagnóstico de las necesidades del municipio, pero el plan del embajador de Estados Unidos en Guatemala falló: Ni el PAPTN ni el desarrollo del sector textil llegaron.

Al final de 2019, Guatemala pasó a ser un país receptor de solicitantes de asilo y unos meses antes fue cancelado el PAPTN por decisión del Gobierno de Estados Unidos, aun cuando casi la mitad del país vive en pobreza y fue el país más migrante del norte de Centroamérica entre 2018 y 2019.

Una mujer de San Juan Atitán teje un huipil con los colores típicos del lugar.

Las mujeres se van

No es posible calcular cuántas mujeres expulsa San Juan porque la mayoría de la gente migra sin avisar y sin pasar por un puesto fronterizo. Pero cada vez son más. Entre 2017 y 2018, la cantidad de mujeres deportadas a Huehuetenango aumentó un 49%.
A 2,500 metros de altura, San Juan Atitán es un lugar de cuerpos fucsias y rojos, los colores de su traje tradicional. Y es un pueblo expulsor, sobre todo de hombres. Las mujeres, silenciosas, caminan directas de un punto a otro. Salvo el día de compras y de mercado, no se detienen en las calles. El movimiento masculino demasiadas veces lleva sello. El plan de desarrollo municipal, elaborado por el Consejo Municipal de Desarrollo (Cocode) y la Secretaría de Planificación de la Presidencia (Segeplan), incluye el “dominio machista” como parte de la identidad y cultura del lugar.

Este coyote de San Juan Atitán lleva una vistosa cadena dorada con un AK-47 con brillantes incrustados.

Es fácil ver a un hombre tambaleándose o tirado en la calle en las cuestas de San Juan. Existe una relación causa-efecto entre desempleo, pobreza, migración, deportación y abuso de alcohol. “El factor alcoholismo es muy fuerte en San Juan, los hombres no aceptan que tienen problemas”, explica Olga Morales, directora del centro de salud del municipio.

Hay pocos empleos fijos: Como maestro, en el banco, en la cooperativa de ahorro. Y en la Municipalidad, pero conseguirlo depende de la relación con el alcalde de turno. La mayoría no pasa de sexto de primaria y las mujeres no suelen estudiar por decisión de sus papás. Sin trabajo remunerado, sin estudios, con niños a su cargo y parejas o papás deportados, cobra sentido que cada vez se vayan más mujeres al norte. Las mujeres se van. Como se fue tres veces Griselda Domingo. Entenderlo no es fácil. El desconocimiento del idioma indígena mam es un impedimento para hablar con la gente. Sobre todo, con las mujeres del pueblo.

Marcos Domingo, sentado en el patio de su casa construida con remesas.

La falta de empleo local provoca que familias completas viajen al menos cinco meses para recolectar en las grandes fincas cafetaleras. Ganan poco, 40 quetzales por 220 libras de café recolectadas. Los niños no comen bien en las fincas y se enferman. Y hay muchos niños. En un pueblo de 16,365 habitantes se registra una media de 650 nacimientos anuales, una de cada 15 mujeres del pueblo da a luz cada año.

Aunque los métodos anticonceptivos son gratuitos en el centro de salud, para planificar las mujeres tienen que preguntar a sus esposos. También para llevar a sus hijos al hospital de Huehuetenango, aunque sea una emergencia, tienen que localizar a sus parejas. Si ellos son inmigrantes en EE. UU., los llaman por teléfono.

Juana Godínez, mamá de Griselda Domingo, posa para un retrato sentada en la cama de su casa en San Juan Atitán.

La deuda de Griselda

Griselda Domingo tiene una razón para no volver a estudiar: “No tenía mucho dinero para pagar estudio y por eso pensé en ir con mi hermano a los Estados Unidos. Y por eso fui con él la primera vez y después no pasé y después fui a intentarlo otra vez, la segunda vez, y no pasé”. Fue deportada por segunda vez en febrero de 2019 y volvió a irse a mediados de mayo. Los dos meses que pasó en San Juan fueron un compás de espera, en la urgencia silenciosa de la deuda. La deuda que no sabe calcular, pero que será más grande cuando regrese.

En una ladera de la aldea Sacchilaj se asienta la pequeña casa de concreto que Marcos Domingo, el papá de Griselda y alcalde auxiliar, jamás pintó. Esa casa es la residencia de Griselda. Su papá la pagó con el dinero que reunió en los cinco años que fue jardinero en EE. UU. En ese tiempo también pagó el viaje a sus tres hijos mayores. Hoy tienen residencia legal y han construido grandes casas en Sacchilaj.

La realidad del retorno a Guatemala

En el marco de la puerta, Griselda sonríe un poco. Tiene los ojos más tristes de la casa. Su lágrima es fronteriza. “Aquí no hay un día feliz, aquí no. Siempre estoy triste, triste y cada día siempre estoy triste y triste. A veces, mi mamá está platicando, está escribiendo, pero yo no puedo reír. Siempre estoy triste triste, sí”. Es marzo de 2019 y regresó apenas hace dos semanas. Tan reciente es su tristeza que su boca aún mantiene ángulo cóncavo. No sabe aún que volverá a estar presa dos meses después. “(Cuando regresé) mi mamá me dijo: ‘No llores’. Porque cuando yo llegué aquí estuve llorando y llorando y pensé en matarme. Sí, porque bastante es mi deuda, porque muchas gentes se burlaron de mí cuando regresé otra vez aquí, por eso pienso matarme y mi mamá me dijo: ‘No, no piense eso’”.

Es Eluvia, la hermana de Griselda y la más pequeña de los hijos de Marcos Domingo, quien explica lo más importante de esta historia. Supone un cambio de paradigma. Es la actitud de una mujer llamada Griselda, que se empoderó con la sola voluntad de moverse. “Ella lo decidió, quería trabajar, no quería casarse, porque los hombres acá son machistas, a ella no le gusta que alguien la engañe o la lastime, para que nadie le diga que es mantenida”, dice la única persona de la familia con título de bachillerato. Es la hermana menor la que advierte que la humillación a la que teme Griselda Domingo por regresar deportada va a cobrarse un precio que su hermana no tiene cómo pagar.

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